Nos ubicamos en un espacio de características naturales, el recuerdo de un pueblo deshabitado, su color, la amplitud del horizonte con el río, las suaves pendientes.
Nuestras intenciones eran claras, crear un orden próximo a una idea clásica, partiendo del mecanismo de fijar un eje, al cual se supeditan los demás componentes, (terrazas, claustro abierto central y volúmenes construidos). Aparece la simetría y el equilibrio de la duplicidad.
Ordenamos la forma de acampar en terrazas, como el payés, en espera que la vegetación plantada las muestre, y reencontramos en los volúmenes aquellas arquitecturas de bordas y granjas que por su racionalidad y orden, tan fuertemente han influido en nuestro paisaje.
Este carácter vernáculo, enriquecido por la utilización del juego de cubiertas (idea de lo que en realidad es una tienda de campaña, un volumen que contiene a otro), nos acerca a la noción de cobijo o protección, intrínseca en este tipo de climas.
Ideas de patio, de claustro abierto en busca de un lugar de reunión que nos sitúe en la amplia perspectiva.
La gradación de espacios desde el paisaje hasta el interior de los volúmenes, con los accesos siempre bajo porticado y con el paso, real o visual, por el espacio central (paisaje, patio, pórtico, interior).
La lámina de agua, nos aleja de un orden clásico, introduciendo el carácter público, muestra de mezcla de diferentes culturas.
Posiblemente las reglas ya fueron fijadas, las funciones cambian, al igual que la utilización de los materiales, sólo en su reinterpretación buscamos el equilibrio.